Según diversas fuentes[1], La técnica del esmalte es originaria de China, aunque los testimonios más antiguos que se conservan pertenecen a la cultura micénica, datados aproximadamente en el año 1.200 a. C. También se sabe que esta técnica continuó desarrollándose en Grecia durante los siglos V y VI a.C. Más tarde la utilizaron los celtas en el desarrollo de objetos de orfebrería y materiales de uso cotidiano, del mismo modo, los bizantinos, emplearon el esmalte para la misma finalidad, utilizándolo, además, en la joyería. Un ejemplo de esta técnica aplicada a la joyería es la Fíbula Alovera (ver figura 1).
La época medieval fue el período de apogeo de la técnica del esmalte, esta etapa abarca desde el siglo VIII hasta el siglo XI, asimismo se empieza a expandir por Europa Occidental ( ss. XI y XIV) por parte de los pueblos germánicos, del Imperio Carolingio y del Imperio Otomano. Posteriormente, durante el gótico se especializan diversos centros artísticos de gran relevancia localizados en Siena y París; además, surgieron diferentes escuelas en la zona franco-germana; dichas escuelas son: la escuela mosana en Lieja (segunda mitad del siglo XII), en la cual predominan los esmaltes opacos; la escuela renana en Colonia (siglo XII) que destaca por el uso del dorado en el fondo y del esmalte azul; y la escuela de limosina o de Limoges (siglo XII al XIV), la más destacada por su duración y producción artística materializada en objetos, mayormente, de uso religioso, ésta destaca por el uso de piedras preciosas de incrustación.
Este álgido momento llevo a la comercialización de las obras de manera industrial, aunque disminuyó la calidad.
Por último, se utilizó durante el Barroco aplicado a la joyería, la decoración de figuras de bulto redondo y retratos en miniatura.
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